LAS BODAS DE FIGARO - A. W. MOZART
Ópera cómica en cuatro actos, compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart. La narración está llena de intriga, de asedio, celos y situaciones cómicas.
Régis Mengus defiende brillantemente el carácter del título, Fígaro.
La trama comienza con los preparativos de las bodas de Fígaro, sirviente del conde Almaviva, con Susanna, que está al servicio de la Condesa Rosina. Fígaro se siente ofendido al saber que el conde tiene previsto ejercer su derecho ancestral a hacerse cargo de la novia en su noche de bodas. Para revertir la situación a su favor, se presenta con un grupo de campesinos, y lanzan flores al pie del conde dándole las gracias por su promesa, hecha hace mucho tiempo: la abolición de la ley, que estableció la prerrogativa de acostarse con la sierva antes de entregársela a su futuro esposo. Almaviva entiende la maniobra e interiormente promete venganza.
En paralelo, el Juez Don Curzio exige el pago de Fígaro de un préstamo hecho por él, pero como éste no tiene la gran suma de dinero, está obligado a casarse con su acreedora, Marcelina. Fígaro esquiva diciendo que es de noble familia y no puede casarse sin el permiso de sus padres. Como prueba de la nobleza, muestra la ropa que llevaba puesta cuando fue encontrado. Marcelina reconoce las prendas que llevaba su hijo cuando desapareció poco después de su nacimiento. Perdona la deuda y bendice su matrimonio con Susanna.
Se celebra las bodas de Fígaro. Durante el baile, Susanna entrega al conde una carta escrita a petición de Rosina, marcando una cita para esa noche. Fígaro descubre que Susanna encontrará a Almaviva, pero desconoce el plan secreto entre la condesa y su criada.
Rosina y Susanna vienen con prendas cambiadas. Para vengarse del conde, Fígaro corteja a Susanna pensando que es la condesa. Airado, el conde envía testigos, y hace salir a todas las parejas de novios de sus agujeros incluyendo a la falsa condesa que pide perdón, pero él lo niega hasta que escucha la voz de la verdad Rosina, pidiendo perdón por todas. El conde comprende que ha caído en su propia trampa, y que es él y no los otros, el que debería ser perdonado, lo que hace que la ópera termine en medio de alegría.